Romaneando con poder. |
La suerte de varas ha caído
casi al mero trámite en la fiesta de
hoy. Muy lejos queda el siglo XIX donde los varilargueros eran los
protagonistas de la corrida anunciándose antes que los propios matadores. Y
ganando más duros con la vara que los matadores con la espada.
Hoy en día salvo excepciones
se pica muy mal. No se ponen los toros en suerte al caballo como debe ser.
Muchos picadores no saben ni montar. No mueven el caballo de atrás hacia
delante dándole los pechos del jaco al toro. Se quedan parados encima de las
moles percheronas forradas de un armazón muy pesado contra el que estrellan al
toro. Allí se deja media o toda la vida en una pelea desigual. Los puyazos caídos a las
paletillas son la norma, o donde caiga la puya, lo mismo da.
La costumbre impuesta de
tapar la salida a los toros bravos es otra lacra del tercio de varas actual. Ese recurso solo se debe hacer para toros que mansean. Barrenar
los morrillos con las puyas asesinando a traición a un toro que empuja a una
pared inmóvil es simplemente un crimen contra el toro bravo que no merece ese
trato.
Tapar la salida es una opción solo para los mansos. |
He visto muchos toros morir
de pie, desangrados, durante la faena de muleta y luego escuchar a sus
matadores decir que el toro se había parado y que así no se puede triunfar.
Toros que hacen charcos de sangre en el ruedo con fuertes hemorragias que les
riegan las pezuñas por puyazos terribles. Me pongo en la piel del ganadero que cría
con esmero y esfuerzo un toro; para que un mal jinete desalmado se lo asesine en
varas.
El espectáculo se ha centrado
solo o casi exclusivamente en la faena de muleta. El tercio de varas es un mero
trámite. Se le priva al aficionado de ver arrancarse a un toro bravo de lejos a
un caballo. Raro es ver a un picador que mueva su caballo y cite de frente al
toro, encelándole con la buena monta, con la voz o el crujido de los estribos.
Raro es ver a un matador que se preocupe de poner un toro al caballo como Dios
manda. Fuera de las rayas y a la distancia que pida el toro según su condición.
Raro es ver a un matador que haga de los tres tercios un espectáculo para el público
que paga. Raro es un matador que hable con su picador y le diga como tiene que
picar y donde. Y raro es el caso en el que la autoridad que debe velar por la
autenticidad de la suerte de varas multa a un picador por masacrar un toro a
traición con puyazos caídos y tapando la salida.
Derribo. |
Como en todo hay excepciones.
En Francia las cosas no son así. Allí se le da una gran importancia a la suerte
de varas. El picador que se pasa de la raya, es abroncado, multado y
vilipendiado. El que hace bien la suerte es premiado a lo grande por el público
puesto en pie aplaudiendo.
Javier Castaño nos ha
devuelto la ilusión por ver la suerte de varas bien hecha. Y sus picadores
aupados por el matador han dejado tardes para el recuerdo con varas de antología
y emoción. Nimes, Madrid, Dax o Castellón son plazas donde Tito Sandoval y
Fernando Sánchez han levantado recientemente a los aficionados del tendido para
ovacionar a estos grandes picadores. Y es que el toro se merece ser bien picado
y el aficionado ver la emoción y la grandeza del primer tercio. Casi nunca es
así, una pena y un crimen.
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