Una corrida del siglo
XIX.
Miuras en Nimes. |
Domingo
15 de septiembre de 2013. Feria de la Vendimia. Coliseo romano de Nimes. Toros de Miura.
Fernado
Robleño y Javier Castaño mano a mano.
Un
cartel de toreros bravos con fieras miureñas. Los toros grandes y
con pitones.
Peor
fueron sus ideas. Corrida bronca, de medias arrancadas con las
cabezas altas. Tornillazos a diestro y siniestro. Mucho poder e
imponente presencia de los miuras.
Delante
de ellos dos bravos y corajudos toreros.
Robleño con la derecha ante un torazo. |
Robleño
se batió a muerte con sus tres toros. El pequeño madrileño tiró
de bragueta, técnica y tragó saliva. Su cara pálida delataba el
duro trago. Boca seca. Aguantó tarascadas y puñaladas que buscaban
su cuello y su pecho. Uyyyss en los tendidos a cada arrancada
incierta. Decidido al matar se tiró encima de semejante volumen
tirando de bemoles. Una oreja de ley.
Estocada de riesgo, Robleño. |
Castaño
peleó igualmente. Entrega y valor para aguantar embestidas de
locomotora enfurecida. No podía haber ajuste ni arte fino. Aquello
tenia que pasar por la barriga como fuera. Faenas sobre las piernas y
llenas de incertidumbre. Caras pálidas del miedo. Emoción a
raudales. Lidias a la antigua.
Castaño alargando la embestida. |
En
el sexto la cuadrilla famosa de Javier Castaño, que se había lucido
toda la tarde ante toros muy dificiles para el arte de banderillear,
llegó el drama.
Este
sexto se arrancó como un obús cuando tuvo a David Adalid a tiro. Le
arrolló terriblemente y contra las tablas le corneó certeramente en
el gemelo. El bravo torero Adalid salió herido y sangrando a poner
de nuevo otro par. De nuevo cogido por la ingle, derribado y
pisoteado por la fiera corrupia. Se equivocó en los terrenos
elegidos el torero. Pero su hombría de torero macho quedó patente.
Pagó con sangre las ganas y el arrojo que le puso toda la tarde. Y
toda la temporada allí donde ha toreado.
Adalid estuvo hecho un tio. |
Antes
Tito Sandoval picó en maestro a este regalito de Miura.
Tito Sandoval picó con maestría. |
Nadie
se aburrió el domingo en Nimes. Emoción, riesgo, peligro. Valor,
hombría, vergüenza torera y entrega total por parte de los
actuantes tanto matadores como sus cuadrillas. Esa es la grandeza de la fiesta. Cuando hay toro y emoción
hay fiesta y grandeza. Y cuando hay un tío dispuesto aquello se
convierte en el gran espectáculo que es la fiesta de los toros.
El
domingo en Nimes se vivió una tarde de emociones. Una corrida del
siglo XIX. Una tarde de otros tiempos...
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