EL SALARIO DEL
MIEDO.
El Fundi con un miura. |
El
otro día se lidió una terrorífica corrida de Miura en Mont de
Marsan ( Francia) en la cual los tres toreros estuvieron a una gran
altura después de hacer un esfuerzo titánico con sus respectivos
lotes. Una corrida imponente de presencia. Y de muy malas ideas. No
se dejaron torear. Iban al bulto con aviesas intenciones. Y los tres
tiraron de bragueta, oficio y vergüenza para matarla con decoro y
lidiarla adecuadamente. No hubo filigranas pero el público no se
aburrió y agradeció la entrega de la terna. Rafaelillo triunfó
cortando dos orejas y jugándose el pellejo sin trampa ni cartón.
Una tarde de héroe.
Rafaelillo. |
Castaño,
desmadejado, tras pasaportar al sexto que le quiso partir en dos,
ante los micrófonos, casi sin aliento decía que el dinero que ganan
los que matan estas corridas es ” bien sudao y está bien ganao”
.
Robleño
apenas podía hablar tras matar al quinto. Un toro que no tuvo un
pase y que le tiró viajes al pecho toda la faena. Decía que los
esfuerzos que se hacían estando delante de esas fieras eran enormes
y que era frustrante para un artista no poder estirarse ni una sola
vez. Que la faena era una puro esquivo de puñaladas y tarascadas. El
hombre andaba sin resuello, con la cara poseída por el miedo pasado
y la garganta seca. Pensamientos amargos por no haber podido lucirse
y el rostro demudado por el pavor.
Castaño apurado en Bilbao con un Victorino. |
Estos
legionarios de las duras se baten el cobre para defender su sitio en
estas corridas. No se pueden dormir en los laureles porque hay muchos
esperando para entrar. Matarse toda la camada de Miura, Victorino o
Cuadri desgasta lo suyo. Más bien acaba con la gasolina de
cualquiera. Salvo honrosas excepciones que aguantaron largas carreras
matando con éxito lo que nadie quiere lo han conseguido muy pocos.
Son muchos los que agotan su valor de tanto usarlo y cuando se
relajan y no rinden son desplazados al “banquillo”. Otros esperan
deseosos de entrar en las ferias para matar lo que les echen.
Y
es que matar estos toros no es comparable a torear dulces domecqs que
permiten relajarse más a los toreros. La mentalización no es la
misma.
Matar
estos hierros lleva implícita una preparación física y psíquica
excepcional.
Salir
a pasar esos ratos delante del público, que no siempre lo valora del
todo y además triunfar es algo francamente heroico.
Por
eso el salario de estos legionarios debería ser alto y justo. Acorde
con la dificultad y la exigencia que conllevan las duras.
Tiene
más mérito y debe de pagarse como se merece. El salario del miedo,
para el que se lo gana.