Amantes del Toro

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viernes, 25 de julio de 2014

EL SALARIO DEL MIEDO.


EL SALARIO DEL MIEDO.

El Fundi con un miura.

El otro día se lidió una terrorífica corrida de Miura en Mont de Marsan ( Francia) en la cual los tres toreros estuvieron a una gran altura después de hacer un esfuerzo titánico con sus respectivos lotes. Una corrida imponente de presencia. Y de muy malas ideas. No se dejaron torear. Iban al bulto con aviesas intenciones. Y los tres tiraron de bragueta, oficio y vergüenza para matarla con decoro y lidiarla adecuadamente. No hubo filigranas pero el público no se aburrió y agradeció la entrega de la terna. Rafaelillo triunfó cortando dos orejas y jugándose el pellejo sin trampa ni cartón. Una tarde de héroe.

Rafaelillo.
Castaño, desmadejado, tras pasaportar al sexto que le quiso partir en dos, ante los micrófonos, casi sin aliento decía que el dinero que ganan los que matan estas corridas es ” bien sudao y está bien ganao” .
Robleño apenas podía hablar tras matar al quinto. Un toro que no tuvo un pase y que le tiró viajes al pecho toda la faena. Decía que los esfuerzos que se hacían estando delante de esas fieras eran enormes y que era frustrante para un artista no poder estirarse ni una sola vez. Que la faena era una puro esquivo de puñaladas y tarascadas. El hombre andaba sin resuello, con la cara poseída por el miedo pasado y la garganta seca. Pensamientos amargos por no haber podido lucirse y el rostro demudado por el pavor.
Castaño apurado en Bilbao con un Victorino.

Estos legionarios de las duras se baten el cobre para defender su sitio en estas corridas. No se pueden dormir en los laureles porque hay muchos esperando para entrar. Matarse toda la camada de Miura, Victorino o Cuadri desgasta lo suyo. Más bien acaba con la gasolina de cualquiera. Salvo honrosas excepciones que aguantaron largas carreras matando con éxito lo que nadie quiere lo han conseguido muy pocos. Son muchos los que agotan su valor de tanto usarlo y cuando se relajan y no rinden son desplazados al “banquillo”. Otros esperan deseosos de entrar en las ferias para matar lo que les echen.
Y es que matar estos toros no es comparable a torear dulces domecqs que permiten relajarse más a los toreros. La mentalización no es la misma.
Matar estos hierros lleva implícita una preparación física y psíquica excepcional.
Salir a pasar esos ratos delante del público, que no siempre lo valora del todo y además triunfar es algo francamente heroico.
Por eso el salario de estos legionarios debería ser alto y justo. Acorde con la dificultad y la exigencia que conllevan las duras.
Tiene más mérito y debe de pagarse como se merece. El salario del miedo, para el que se lo gana.

 

 

 

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