Rincón con la oreja después de la guerra. |
Agonizaba San Isidro de 1994. La tarde del 7 de Junio era la antepenúltima del serial. Un cielo entoldado y un bochorno monumental.
Salió el segundo de Baltasar Ibán, de nombre Bastonito y de 501 kgs. Toro negro, serio por delante y que empezó a ser protestado por un sector de la plaza porque perdió una mano en las primeras carreras.
Su matador Cesar Rincón lo recibió con unas verónicas ligadas aguantando unas frenéticas embestidas humilladas.
Salió su picador, Pinilla y nada más verle se fue el toro de lejos a por el caballo que fue empujado media plaza tardando más de diez minutos en desencelarse del jaco. Una pelea pocas veces vista. Varios capotes no fueron suficientes para sacar al toro del peto que empujaba con los riñones sin cejar un instante. Un segundo puyazo más corto con una nueva arrancada desde lejos dieron paso a las banderillas.
Los banderilleros tuvieron que tirarse de cabeza al callejón tras parear. El toro los persiguió para estrellarlos contra las tablas. Una fiereza salvaje, una bravura descomunal. Un pura raza de lidia.
Ya no protestaba nadie. Había un runrun en la plaza porque había un toro fiero en el ruedo y se mascaba el peligro.
Enfrente le esperaba el maestro César Rincón. Brindó al público y se dobló con poder con el toro que repetía con un nervio terrorífico.
En la primera serie con la derecha ya en el centro del anillo Rincón trazó unos derechazos largos y mandones que arrancaron los primeros olés.
Poderoso derechazo a Bastonito. |
Se revolvía el de Ibán en un palmo de terreno buscando las zapatillas del torero.
La faena prosiguió en un toma y daca. Una lucha igualada donde unos asaltos los ganaba el toro y otros el torero. En cada pase Rincón se jugó la vida, tópicos aparte. Bastonito embestía como una fiera salvaje, casi intoreable. No dejaba que el torero se quedara cerca. Defendía su terreno a muerte. Hasta que prendió a Rincón en un pase de pecho y lo derribó para en el suelo buscarle para matarlo.
En ese momento en la plaza había una sensación de intensa emoción por el incierto desenlace.
Pero la casta de grandiosa figura de Rincón le encorajinaron aún más y se puso por el izquierdo por donde el toro tenía más dificultades y le intrumentó tres naturales enormes que caldearon de nuevo la faena.
Sonó un aviso cuando aún cerraba la faena con unos ayudados que resultaron ceñidos y torerísimos. El toro le tiró un nuevo viaje en el embroque que a punto estuvo de partirle en dos en un derrote al pecho del que Rincón salió como un boxeador después de encajar un directo.
Se tiró a morir en la estocada y tras enterrar un espadazo fue prendido de nuevo. Bastonito mortalmente herido y con las boqueadas le quiso asesinar de nuevo lanzándole cuchilladas. Rincón se abrazó a su cabeza y ambos se miraron fijamente en unos segundos dramáticos en una imagen casi mitológica. Aún así cobró pezuñazos en la cara y el vientre y una soberana paliza por segunda vez en la faena.
El choque de trenes en la estocada. |
Bastonito fue premiado con una vuelta al ruedo por su bravura indómita y se llevó todos los premios de la feria al toro más bravo, engrandeciendo aún más la leyenda de la ganadería de Baltasar Ibán. Rincón, ensangrentado y machacado fue premiado con una rácana oreja después de la herioicidad y pasó a la enfermería con corte en los tendones de su mano derecha y un palizón de órdago. Y con todos los honores entró en el olimpo de los dioses toreros con aquella faena para la eternidad.
Bastonito en el Batán unos dias antes de la batalla. |
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