JULIO
ROBLES EN EL RECUERDO.
Yo me aficioné a los toros en aquella Salamanca que rivalizaba entre Capea y Robles a mediados de los ochenta. Aquellos septiembres por san mateo la ciudad del Tormes dividía sus amores por aquellos superiores toreros charros. Siempre fui de Julio Robles. Me enamoraron su toreo y su elegancia.
Remate torero. |
Media de rodillas ceñidísima, marca de la casa. |
El salmantino fue un gran muletero.
Su toreo estaba basado en una justa colocación y la
suavidad de sus muletazos se sustentaba sobre sus muñecas
prodigiosas. El baile de las telas era como el de la misma seda. Templado
siempre. Una mano izquierda de oro. Su juego de cintura y los engaños
adelantados para torear como dios manda fueron siempre el sello de la
casa.
Elegante muletazo de castigo por bajo. |
Un torero de los pies a
la cabeza. Su torería y sus maneras de rematar tandas y quites
saliendo andando derecho y altivo llenaban los ruedos de aroma
torero. Su recordado adorno del teléfono; ya en desuso.
Famosos fueron sus
naturales después de enterrar el acero en la estocada apurando las
postrimeras embestidas cuando el toro daba sus últimas boqueadas.
Un torero elegantísimo y
lleno de sabor. Un referente del clasicismo. La quinta esencia del
toreo con muleta y capote.
Da pena hoy en día ver un
escalafón tan escaso de toreros de esa entidad. Su generación fue
prolija en grandes toreros de estilos diferentes. Entre ellos Julio
Robles destacó por un toreo sublime que encandiló a los públicos y
aficionados más exigentes.Llegó a ser figura en sus últimos años. Conquistó Sevilla en una inolvidable lección de maestría en Abril del 89. Fue torero de Madrid. Actuó muchas tardes en Las Ventas llegando a poner el cartel de no hay billetes de novillero con su rival y amigo El Capea. Fue querido y respetado en esta; “su plaza”.
La puerta grande de Madrid la traspasó tres veces aunque muchos fallos a espadas malograron faenas de dos orejas.
Su irregularidad y una cierta abulia en ciertas épocas de su carrera hicieron que tardara en explotar a figura grande, ya en la madurez.
Fue a finales de los
ochenta cuando el abulense-salmantino se encumbró al olimpo de los
elegidos y se aposentó entre lo más selecto de la torería. Fue
entonces cuando un maldito 13 de Agosto de 1990 llegó su adiós por
una horrible cogida que le postró en una silla de ruedas en la plaza
francesa de Beziers.
Su muerte en 2001
conmocionó a los toreros y a los aficionados. Yo lloré embargado
por la nostalgia aquel 14 de Enero al gran torero que me enamoró
cuando solo era un niño.
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