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sábado, 16 de febrero de 2013

ORIGENES ANCESTRALES DEL TOREO: DE CRETA A RONDA.



ORIGENES ANCESTRALES DEL TOREO: DE CRETA A RONDA.

Etnología del toro en la península ibérica.

La relación del hombre con el toro se remonta a varios siglos incluso milenios en la península ibérica y sur de Europa. La presencia del uro en el sur del continente se remonta a más de cinco mil años.
En la antigua Creta se celebraban  ritos y luchas alrededor del toro como animal de fuerza genésica. La relación de respeto por parte del hombre ante el toro en sus ritos y ceremonias angulares son uno de los primeros registros documentados de dicha primigenia relación entre el hombre y el toro.
Pintura de las cuevas de Altamira.

Existe una relación con el toro desde los antiguos pueblos ibéricos. Ya en la prehistoria se representaban toros en las pinturas de las cuevas. Altamira, Termancia y Albarracín son algunos ejemplos. En la zona del sur de Francia y zona de Levante son frecuentes estas    representaciones pictóricas. Se pintan camadas de toros, astados muertos tras la lucha entre el hombre y el toro. El concepto de lucha suprema entre fuerza bruta e inteligencia son plasmados rudamente con unos primitivos rasgos artísticos.

Posteriormente la cultura celta prosigue con su relación con el uro ibérico con una simbología más religiosa. Los vettones continúan esta relación. Es representado en numerosas partes de Iberia en los famosos toros de granito. Guisando y Solosancho entre otros ejemplos atestiguan las primeras expresiones artísticas del toro. Estas esculturas de toros y berracos en el siglo II a.C.( edad de hierro) dispararon las teorías sobre su significado. La relación de estos animales de piedra con el toro es evidente. Su propagación peninsular en numerosas esculturas deja patente la importante presencia en estas tierras.

Edad Media. Orígenes de juegos con toros.

Los siglos XII Y XIII registran los primeros espectáculos con toros y ante público. En torno al año 1100 la nobleza empieza a organizar juegos con toros a modo de entretenimiento. El rey Alfonso VIII celebra efemérides bélicas y enlaces nupciales de miembros de la realeza con fiestas diversas donde el toro tiene un especial protagonismo. El hombre encima de un caballo recorta, quiebra y alancea toros en una semilla del actual arte del rejoneo.
Escritos históricos medievales recogen estas celebraciones con toros, reservadas únicamente a la nobleza, realeza y clases altas.
Los Reyes Católicos anulan las corridas de toros a favor de las justas y torneos que desplazan las fiestas medievales. Las reprobaciones de los RRCC dejan en blanco el siglo XV, en cuanto a festejos taurinos se refiere.
En el Siglo XVI recobran fuerza. El Emperador Carlos V, Felipe II alancearon toros en celebraciones regias. Caballeros como El Cid Campeador, Francisco de Pizarro o Diego López de Haro gustaron del arte ecuestre de alancear y jugar con toros ante el refinado público noble de la época.

El primer matador de la historia y el origen de la lidia a pie.


Lidiador del siglo XIX.
 Francisco Romero es el primero que se baja del caballo y se enfrenta a un toro a pie. Es el año de 1726 y este hecho tiene lugar en Ronda. Romero a pie y con estoque y un lienzo es el primero en dar muerte a  un toro, con espada.
Las corridas a principios del siglo XVIII fueron prohibidas por el rey Felipe V, francés. Tras su reinado y a partir de Francisco Romero se producen un cambio radical en el espectáculo. 
Pedro Romero, el primer torero de la historia.

Romero es el primero que se profesionaliza en el arte de matar toros. Su nieto Pedro Romero continua sus pasos y se convierte en un torero fundamental en la evolución de la lidia en las postrimerías del siglo XVIII. Es el primero que realiza la faena de muleta previa a la muerte. Es considerado como el primer torero de la historia.
A partir de aquí  surge la corrida como espectáculo moderno, donde deja de ser cosa de nobles y el pueblo llano empieza a disfrutar del espectáculo en fiestas populares.
Empieza la profesionalización del toreo. Varilargueros, banderilleros y matadores se jerarquizan y especializan en la antesala de la lidia moderna. Los gustos del público se van decantando por la lidia a pie en detrimento de la lidia a caballo de siglos anteriores.
El famoso picador de dinastía; Zurito (grab. aprox. 1892).

En ese momento son los picadores los auténticos protagonistas de la fiesta. Surge la cartelería taurina que anuncia los magnos festejos taurinos. En ellos los picadores se anuncian antes que banderilleros y matadores que ocupan un segundo plano. Y como tal visten de oro.
La vestimenta se instaura con unos caracteres que han variado poco hasta nuestros días. Se realizan suertes a cuerpo limpio como saltos con garrocha y quiebros con capa. Son el capote y el caballo la parte esencial y más valorada de la lidia a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La muerte del toro tiene una importancia secundaria, siendo el matador un protagonista menor.

Siglo XIX: Evolución a la lidia moderna

Durante este siglo se produce una evolución hacia la lidia moderna. Gana en importancia la faena de muleta donde el matador prepara al toro para la muerte toreándolo con la muleta. Se estructuran los tres tercios de la lidia. Capote, muleta y espada. Con ello surgen los primeros reglamentos taurinos. En 1848 aparece el primer reglamento taurino conocido; en Cádiz, redactado por Melchor Ordóñez. En Madrid se redacta otro en 1852. En 1863 otro en el Puerto de Santa María. Proliferan a modo local la redacción de disposiciones taurinas. No será hasta el año 1917 cuando se uniformen los reglamentos en uno solo de validez en todo el territorio nacional.
Lidiadores del siglo XIX.


Ya a finales de este siglo el matador se ha erigido en el protagonista indiscutible de la lidia. El espectáculo se consolida plenamente. Las reglamentaciones aumentan la seriedad y profesionalizan el arte de lidiar toros. La corrida se convierte en un espectáculo de masas y en fuente de inspiración de artistas de diversa índole.
Será en el siglo XX cuando el toreo entre de lleno en las bellas artes con permiso de Francisco de Goya.
Grabado de Francisco de Goya; el salto de la garrocha.

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