CONCLUSIONES DE UNA TEMPORADA PREOCUPANTE.
Después de terminada la temporada taurina es momento
de hacer balance.
El año ha sido duro para todos. La reducción del número
de espectáculos ha sido considerable. El incremento del IVA, en especial la
subida brutal para novilladas ha tenido y tendrá un impacto enorme. Se ha
constatado un descenso en el número de espectadores incluso en ferias de primer
nivel debido al terrible momento económico que atravesamos. Ganaderos y
matadores han visto mermados sus ingresos y en el caso de los primeros se han “comido”
muchas reses.
La conclusión es preocupante para temporadas
venideras.
Los abonados de plazas de primerísima categoría han
descendido por primera vez en muchos años. Sevilla, Madrid, Valencia o Bilbao
entre otras mostraron más cemento de lo debido en sus ferias.
Pobre entrada en Madrid en la corrida de la Hispanidad. |
Internamente el montaje taurino está peor que nunca.
Torean los mismos en todos los sitios. Los cambios de cromos son la tónica
general. Ya no vale cortar oreja en Madrid o Sevilla para ser anunciado en
otras plazas. Los empresarios se han olvidado del aficionado y cierran filas en
torno al negocio. En contadas excepciones cuando se han programado carteles con
interés para el aficionado ha habido respuesta en taquillas. El ejemplo de José Tomás es ilustrativo.
Muchos toreros con poco nombre han destacado por
grandes tardes en plazas grandes. Diego Urdiales que estuvo enorme en Bilbao y
Logroño solo ha toreado apenas una docena de veces. Alberto Aguilar con
actuaciones de gran mérito apenas fue anunciado. Antonio Nazaré con dos orejas
en Sevilla y una gran faena en Pamplona solo hizo ocho paseíllos.
Algunos toreros se han retirado este año amargados por
la ignorancia del sector. Otros buenos toreros matan el gusanillo en algún
festival o festejo menor porque no les ponen.
No puede ser que siempre toreen los mismos con los
mismos hierros. La gente se está cansando y dejando de ir a los toros.
El tinglado está más podrido que nunca. Se necesita un
cambio radical.
Toda la vida se toreaba cuando se estaba bien. Ahora
el que triunfa no repite casi nunca. Los puestos los ocupan otros que saben en
febrero lo que torearán en septiembre. Se anuncian carteles con tres meses de
antelación y los taurinos pactan poner a sus toreros a cambio de que les pongan
a los suyos en las plazas del otro. Esto ahuyenta a los públicos de ver una y
otra vez a toreros que llevan años sin estar en la pelea y ganaderías
desrazadas que imponen las figuras.
Faltan imaginación y afición para ilusionar a los que
pagan. Es el momento de la reflexión y de cambiar cosas. Se necesitan buenas
ideas para atraer gente a las plazas y encontrar atractivos nuevos en este
delicado momento.
Figuras del toreo, empresarios, prensa y ganaderos
tienen el deber de devolver el prestigio y la categoría a la fiesta que siempre
tuvo y que se está perdiendo poco a poco.
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